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Cuesta que yo salga de Barcelona, sobretodo si no es para ir a otra ciudad. Tengo urbanitismo agudo desde hace años pero a veces me dejo convencer y este fin de semana he sacado el crochet de mi estudio-piso de Gracia y lo he trasladado al lover seat que Esther compró en el Carrefour para su casa de la montaña con vistas al mar. Hay que reconocer que pasar de un entorno "libre de humo y animales domésticos" a otro lleno de aire puro, pajaritos y otras bestias con alas que se han socializado conmigo más de lo que sería deseable es un salto cualitativo. Calidad de vida lo llaman.
Yo calidad de vida llamo a la inmensa hospitalidad de Brian y Esther, a la playa vespertina y gran cena en el porche, con cameo de lujo de Juan y Anja, otra gran victoria al mus con final trepidante gracias al tío perete que se sacó Irra y todas las risas que nos hemos pegado. Que no estamos tan mal!
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